Así como es claro que la adversidad desarrolla fortaleza en nosotros, también es cierto que una existencia sin desafíos nos hace débiles. Pensemos, por ejemplo, en los animales de un zoológico.
Todo el día duermen, bostezan, miran lánguidamente. ¿Por qué? Porque fueron creados para el desafío, para sobrevivir en un ambiente hostil. Su comida y su existencia están aseguradas detrás de barrotes que los separan del reto diario de procurarse el alimento y de sobrevivir en condiciones muchas veces desfavorables. De la misma forma, sociedades cómodas y prósperas producen hombres y mujeres sin firmeza de carácter. No es raro ver en ellas la corrupción, la delincuencia y el vicio en sus muchas manifestaciones. Si evitamos la adversidad, valoramos poco lo que tenemos y nos autodestruimos. Cuando todo parece asegurado, nos volvemos lánguidos y autocomplacientes, y esto normalmente es la causa de nuestras mayores derrotas. Stephen Hawkins sostuvo en una ocasión que ante s de conocer su enfermedad, llevaba una existencia "sin sentido" como resultado de que siempre se sentía aburrido. En ese tiempo, Hawkins bebía demasiado y trabajaba muy poco. Sin embargo, cuando los médicos le dijeron que tenía escasas posibilidades de vivir más allá de dos años, su vida cambió radicalmente. "Cuando nuestras expectativas se reducen a cero, realmente apreciamos todo lo que tenemos", declaró en una entrevista. Sin duda, este destacado astrofísico aprendió la mayor lección de su vida. Cuando sabes que te queda muy poco de vida, todo adquiere un nuevo significado: la salida del sol, la sonrisa de un niño, cualquier cosa, por mínima que sea, parece un verdadero milagro. ¿No es así como deberíamos vivir todos nosotros?
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